Acrílico y gouache acrílico sobre lienzo, 40 × 50 cm.
Inspirada en la personificación griega de la oscuridad profunda y las sombras, Érebo representa el misterio que habita en los límites entre la tierra y el inframundo. Es la sombra que precede a la noche, el espacio donde la luz se extingue y nace el silencio.
La figura emerge entre tonos rojos intensos y negros profundos, evocando el fuego interno que persiste incluso en la oscuridad. Su mirada fija y serena refleja la aceptación de lo desconocido, de esa oscuridad interior que todos llevamos y que también forma parte del equilibrio universal.
Una obra que invita a contemplar el poder del contraste: sin sombra no hay luz, sin Érebo no existiría el Éter. En su quietud, esta pieza recuerda que incluso la oscuridad tiene su propia forma de belleza.
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