Acrílico y gouache acrílico sobre lienzo, 46 × 55 cm.
Un retrato que encarna la dualidad del poder y la vulnerabilidad. La figura de Hera se presenta con una expresión de preocupación profunda, reflejando el peso invisible de las responsabilidades, las emociones y el deber que conlleva su papel como reina del Olimpo.
Su corona no brilla por el oro, sino por la carga emocional que representa: el equilibrio entre el amor y la justicia, la fidelidad y el orgullo, la fuerza y el dolor. Los tonos cálidos contrastan con matices fríos, evocando la lucha interna entre lo divino y lo humano.
Una obra que invita a mirar más allá del símbolo y preguntarse qué tanto pesa realmente el poder cuando también se siente el peso del alma
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